Perfectamente imperfecta.

miércoles, 5 de octubre de 2011

'> Saliste de la nada, como un escorpión de su roca, como un cangrejo de la misma. Saliste, para no volver. Para no volver a entrar. Me mirabas, con esos ojos adolescentes, esa mirada pícara, pero vergonzosa, respetuosa.
Hacía a penas unos meses antes de conocerte, eras como una piedra en mi camino, una piedra invisible, a la que ignoraba. Ahora, eres ese término llamado: ''aire''. El cual, me hace falta para vivir.
Me complementas. Me argumentas cuando no sé los por qués, las razones. Me ayudas. Me sonríes cuando menos te apetece. Guiaste mi camino, como una flecha, y una cuerda, tu has sido mi sostén cotidiano, y lo sigues siendo. Eres como el alimento de mi vida, del que no podría carecer. Eres mi cigarrillo mañanero, y después de todas las comidas, eres esa adicción, mi única adicción, ni alcohol, ni nada: tú.
Eres mi montaña diaria, por la que debo pasar diariamente para conservarme;  mi ciudad con fortaleza, la que protege a mi vida. Eres un gesto, una caricia, un simple beso. Eres nada, eres todo. Eres nada comparable con lo demás, eres todo lo que soñé.
Me faltan palabras, me sobran razones. Me faltan motivos, me sobran acciones. Me faltan comparaciones, me sobran te quieros.

domingo, 2 de octubre de 2011

'> Era mi día favorito; El día perfecto, el típico que se sueña y que parece real completamente, pero sí, esto no era un sueño, era todo real. Te tenía delante, mirándome, sonriéndome. Tú. Delante mía. Tocándome la mano, mientras susurrabas cosas, a veces inentendibles. Esos susurros que solo podía entender yo, y tú, lo sabes. Por eso lo hacías, con esa sonrisa dulce, y pícara a veces. Con esos ojos dorados, brillantes, con los que podía verme reflejada, sin nadie más. Solo yo en tu mirada, y una sonrisa no forzada en tu cara. ¿Qué más se podía pedir?
Podría jurar que se me ocurrieron mil y una cosas para hacerte: la útima era comerte. Oh dios, ¿cómo sería comerme tu piel? ¿Tus labios? No dejaría rastro de nada. Eres tan bello y hermoso, que deberían dolerme los ojos de tanta belleza delante mía. Si me dijeran que este día que está sucediendo hoy, se repetiría toda mi vida, no me importaría, es más, sería feliz. Tengo miedo, a ver cómo te marchas, de espaldas, mirando al suelo, con esos andares con saltitos típicos tuyos. Ay, cuánto me gustan. Y ese olor qué desprendes. Qué dulce, qué rico. Qué maravilloso sería el poder probarte.
Y, ahora, abrumada porque no sé qué decir, me besas. Mmm... Qué cálidos tus labios. Son nubes de humo rosa. Ese humo que desprende tu aliento, suave, limpio. Qué miedo me da ésta situación. Estoy tan enamorada... Qué miedo tengo de que marches, no te vayas, quédate conmigo, solo tú y yo. Ya está. No más. ¿Quieres?
Y lo dije en voz alta, y me lo afirmaste con tu cabeza, con media sonrisa. ¡Cuan ganas son las de comerte!
Qué bien le sienta ese polo marrón oscuro, hace juego con su cabello y sus ojos. Estaría guapo de todas formas, pero qué guapo está ahora. Y es mío, solo mío. Sonrío en mi interior.
Noto su mano ahora, me toca, me acaricia la mía... Son cálidas, las mías congeladas siempre, hasta en pleno Agosto. El me da el calor que me hace falta; el me daría, por darme, por darme me daría hasta su aire, lo sé. Lo veo en sus ojos. Lo leo en su pensamiento. Te quiero. ¿Qué no te enteras? Te quiero.
¡¡¡Te quiero!!! Que se enteren todos... Que soy feliz. Hagámonos una foto. Hecha.
La cámara, en mi mano, encendida, con la foto proyectada en la pantalla. Qué guapo sales, qué bello eres.

No sé qué me pasa en la vista. Veo borroso. ¿Te vas? ¿Ya? ¿Ya marchas? No, no te vayas. Quédate un segundo más. ¿Qué ya se ha pasado? Pues otro. ¿También? Quédate toda la vida conmigo, no te vayas, no te vayas. No te alejes, ¿por qué? ¿me ignoras? ¡¡¡¡ÓYEME!!!!

-Buenos días, princesa -decía mi madre; yo, en la cama, me miré de arriba a abajo, a todos los ángulos posibles a la habitación-. Despierta, está el desayuno preparado.