Perfectamente imperfecta.

martes, 28 de agosto de 2012

'> -Cariño... cuando me viste por primera vez, ¿qué pensaste, sentiste y miraste? -le preguntó aquella chica tímida, con ese flequillo tan perfecto y tan bien peinado, tan liso, a aquel joven que apenas rozaba los veinte (la edad de la locura).
Ambos, sentados en el bordillo de una piscina, con numerosos gritos de niños pequeños que se bañan y ''Niño, ten cuidado, que te va a dar un algo estando tanto tiempo'' o ''Reina, no te tires tan cerca del bordillo que como te des en la cabeza, mala cosa, cielo'', o aquellos que simplemente dicen ''¡¡Me cago en la puta, Jorgito!! ¡¡Que bajes ya, la hostia!!. Y cosas por el estilo. Qué les voy a decir yo a ustedes que no sepan... Una piscina es así, y encima pública y de pueblo, imagínense cuántos señores con bastón y boina hay aquí metidos observando a jovencitas dieciseisañeras las cuales están desarrollando poco a poco su cuerpo en mujer.
Hubo un silencio repentino, él parecía que era mudo, que no le salían palabras. Ella, mientras 'tecleaba' en el pollete de la piscina, movía sus pies esperando la respuesta. Por fin, se decide a contestar:
-Nada. -contestó. Esa, precisamente, no era la respuesta que toda joven enamorada deseaba escuchar, pero... habrá un por qué, ¿no?
Ella le miró con ojos de 'te odio' pero que significan 'te besaba cada minuto aunque me digas estas cosas', y contestó:
-¿Cómo que nada? Que los hombres no piensen, no es una sorpresa para mí, pero... Al menos, deben sentir o mirar, que hasta lo que yo sé, tienes buena calidad de imagen a través de esos ojos miel.
Y ella, no carecía de razón, es más, él, asumía ''Esther siempre ha cuidado las cosas en cómo decirlo, pero siempre ha tenido respuesta para todo... y la mayoría de veces, siempre tiene razón y hacen que piense demasiado''.
Él, la mira, atónito. Ella, se impacienta.
-¿Vas a decir algo, tío?-contesta ya ella, no sabía qué hacer, si marcharse, quedarse o meterle un capón en la cabeza a ver si se ha quedado mirando en las musarañas.
-Como ya te dije: Nada. No pude pensar en esos momentos: Me hiciste perder la cabeza. Tampoco pude sentir nada, quiero decir, nada comparado con lo que siento ahora o lo que he sentido jamás en la vida... Y miré... Nada. -contestó firme y seguro, con una media sonrisa.
-¿No miraste... nada?
-Ni si quiera tus pechos. -bromeó él... pero rápidamente se puso de nuevo serio, la mirada que Esther le echó era de ''sigue bromeando que cojo y me voy por donde vine, de nada''.
-No pude mirar nada, no sabía por dónde empezar. No sabía que me gustaba más... Si tu pelo -y  le da un beso en el pelo-, o tu nariz -le da otro, cortito y dulce-, tu boca -nuevamente, un beso nuevo aparece- o tu cuerpo -y le acaricia con un dedo todo el contorno de su particular silueta-. Ahora tampoco podría decantarme por qué me gusta más. Me gusta todo de ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario