Perfectamente imperfecta.

domingo, 2 de octubre de 2011

'> Era mi día favorito; El día perfecto, el típico que se sueña y que parece real completamente, pero sí, esto no era un sueño, era todo real. Te tenía delante, mirándome, sonriéndome. Tú. Delante mía. Tocándome la mano, mientras susurrabas cosas, a veces inentendibles. Esos susurros que solo podía entender yo, y tú, lo sabes. Por eso lo hacías, con esa sonrisa dulce, y pícara a veces. Con esos ojos dorados, brillantes, con los que podía verme reflejada, sin nadie más. Solo yo en tu mirada, y una sonrisa no forzada en tu cara. ¿Qué más se podía pedir?
Podría jurar que se me ocurrieron mil y una cosas para hacerte: la útima era comerte. Oh dios, ¿cómo sería comerme tu piel? ¿Tus labios? No dejaría rastro de nada. Eres tan bello y hermoso, que deberían dolerme los ojos de tanta belleza delante mía. Si me dijeran que este día que está sucediendo hoy, se repetiría toda mi vida, no me importaría, es más, sería feliz. Tengo miedo, a ver cómo te marchas, de espaldas, mirando al suelo, con esos andares con saltitos típicos tuyos. Ay, cuánto me gustan. Y ese olor qué desprendes. Qué dulce, qué rico. Qué maravilloso sería el poder probarte.
Y, ahora, abrumada porque no sé qué decir, me besas. Mmm... Qué cálidos tus labios. Son nubes de humo rosa. Ese humo que desprende tu aliento, suave, limpio. Qué miedo me da ésta situación. Estoy tan enamorada... Qué miedo tengo de que marches, no te vayas, quédate conmigo, solo tú y yo. Ya está. No más. ¿Quieres?
Y lo dije en voz alta, y me lo afirmaste con tu cabeza, con media sonrisa. ¡Cuan ganas son las de comerte!
Qué bien le sienta ese polo marrón oscuro, hace juego con su cabello y sus ojos. Estaría guapo de todas formas, pero qué guapo está ahora. Y es mío, solo mío. Sonrío en mi interior.
Noto su mano ahora, me toca, me acaricia la mía... Son cálidas, las mías congeladas siempre, hasta en pleno Agosto. El me da el calor que me hace falta; el me daría, por darme, por darme me daría hasta su aire, lo sé. Lo veo en sus ojos. Lo leo en su pensamiento. Te quiero. ¿Qué no te enteras? Te quiero.
¡¡¡Te quiero!!! Que se enteren todos... Que soy feliz. Hagámonos una foto. Hecha.
La cámara, en mi mano, encendida, con la foto proyectada en la pantalla. Qué guapo sales, qué bello eres.

No sé qué me pasa en la vista. Veo borroso. ¿Te vas? ¿Ya? ¿Ya marchas? No, no te vayas. Quédate un segundo más. ¿Qué ya se ha pasado? Pues otro. ¿También? Quédate toda la vida conmigo, no te vayas, no te vayas. No te alejes, ¿por qué? ¿me ignoras? ¡¡¡¡ÓYEME!!!!

-Buenos días, princesa -decía mi madre; yo, en la cama, me miré de arriba a abajo, a todos los ángulos posibles a la habitación-. Despierta, está el desayuno preparado.

sábado, 1 de octubre de 2011

Ego.

'> -¿Y ahora? ¿Seguirás escribiendo en ese diario compartido? ¿O lo dejarás todo en ese bote guardado? Qué de polvo tiene. ¿Hace cuando no lo abres? ¿Qué? ¿Qué no te hace falta abrirlo? ¿Por qué? ¿Qué dices? ¿Que no abres el bote porque no te hace falta guardar papeles diciendo lo que sientes por mí? ¿Y por qué? Vaya... ¿por qué me lo puedes decir al oído? No, no me cansaré.
Sí, yo también te quiero. Hoy más que nunca. -dije, mirándome al espejo.
'>
Te cogí de tu temblorosa mano. Temblaba tal que las vías del tren cuando el se depositaba encima. No sé qué te pasaba. Hasta yo me empecé a asustar. No me mirabas a los ojos. En ese momento, la tristeza se me apoderó. Me pensé lo peor. Tú, muñeco en una cama, que no habla, que no mira, que no siente. Yo, dolida, preocupada, dañada, al hablar tartamudeaba. Mírame, joder. Hazlo, sería lo único que me haría pasar este malo momento.
Eso pensaba yo, pero no lo hacías. No me leías la mente como antes... Antes hablaba yo y terminabas tú mi frase, eramos el tu&yo juntos, una nueva persona, una única persona en todos los aspectos: cuando nuestros labios se unían, cuando nuestras manos se tocaban...
Mientras yo recordaba esto, tú, incesable, no hablabas, no pestañeabas, mirabas al horizonte, viendo como el sol se esconde poco a poco, esta playa solitaria a la cual asistíamos todas las tardes: ¿recuerdas? esas tardes en las que me cogías en brazo, y me tirabas al agua con ropa... Esas tardes en las que me decías que me querías, que me abrigaban tus abrazos, que me rozaban tus te quiero en la piel.
Y ahora, en el mismo lugar, pero no en la misma situación. ¿Qué pasa? ¿Me has dejado de querer? Pero di algo. Di aunque sean dos palabras, aunque me digas que me odias, o...'' Te dejo''. Dime eso último si es lo que quieres, pero no te calles, no silencies lo que no puede silenciarse. Dilo, llevas mucho tiempo queriéndolo, o eso pienso. ¿Pero... por qué ahora? Ayer estábamos bien. Todo iba bien. ¿Acaso actuabas? Oh no. No contestes a esa pregunta, no quiero su respuesta, no quiero que mi corazón termine a 1000 y 1 pedazo más. O 1002... O quizás incontables pedazos. ¿Por qué me haces esto? Me prometiste un...
-Para siempre. -dijo el, sin dejar de mirarme.
Yo, sorprendida, no supe qué hacer.
-¿Todo va bien? Seguiste la frase que tenía en la cabeza, ¿qué te pasa? ¿por qué te muestras tan callado? ¿sabes que me haces daño así? ¿qué ocurre? ¿quieres mirarme? MÍRAME, JODER.
-Todo va tan perfecto como el primer día, siempre adivinaré tus frases, estoy callado porque es la forma de comunicarme en tu cabeza, pero veo que no me seguías, no quiero hacerte daño, nunca he querido eso; no ocurre nada, nunca ocurrirá nada entre nosotros; te miro, te miro y se me cae el alma, la baba, se me cae todo cuando miro esos ojos oscuros mirándome, incesantes, que no se cansan.
-Pero...
-Te quiero.
-¿Por qué, por qué me haces esto?
-¿Hacerte? ¿Hacerte qué?
-Enamorarme de esta forma que a veces me duele...
-Piensa que es recíproco, somos como los gemelos, que dicen que a uno le duele lo que al otro le pasa. Pero sin ser gemelos, siendo una única persona, y queriéndonos dos. ¿No es eso bonito?
-Bésame.

viernes, 30 de septiembre de 2011

'> No abras más la boca. No si es para decir lo mismo: excusarte con las mismas palabras con las mismas sintasis, pedir perdón con las mismas letras y la misma cara. Para. Me haces daño. Me prometiste cosas que ni has cumplido desde el principio. Me prometiste estupideces como: ''Te prometo hacerte feliz siempre''. ¿Siempre? ¿Estás seguro? En estas últimas semanas, no he sabido hacer otra cosa más que derramar lágrimas. ''Te prometo quererte a todas horas'' ¿A todas horas? Solo cuando tu quieres, ¿y si no quiero yo?. Cállate. No prometas más para mentir. Me prometiste estupideces como: ''Nunca te trataré mal'' y ahí quizás tengas razón ahora, directamente, no me tratas, ni para bien ni para mal; Siento que soy una piedra en tu camino, que te obstaculiza, pero a la que ignoras, COMO COBARDE QUE ERES. Mira al suelo, o te caeré. Igual que tu me has caído éstos días, aunque no fuiste una piedra, fuiste mi cuerda sobre un barranco, la fuiste agarrando por segundo que pasaba, aún menos. Me dejaste caer, ¿eso es lo que tú decías que te importaba?
Mentiras... Maldigo TODAS las mentiras mundiales, pero por la parte que me afecta: MALDIGO TUS MENTIRAS, Y TE MALDIGO A TI. Todo tan bonito, y tan horrible y doloroso a la vez; Me siento hasta mal, nunca había llorado tanto por nada ni nadie, y precisamente lloro por ti. ¿Qué sentido tiene? ¿De qué me sirve llorar si ni me has visto, ni preguntado? Ni mucho menos me has dicho hoy un sonoro: te quiero. ¿Y sabes por qué? Porque nunca me has querido. No me has querido de verdad. Me has querido en tu vida, como algo. Algo que se convirtió en piedra. Pero a mí ya no me pisas. Ya no. Soy tu piedra, sí, pero como esta piedra no la volverás a encontrar, no la volverás a pisar. De echo, es la única piedra inteligente que has encontrado en tu estúpido y sucio camino. MENTIROSO. No sé qué sentimiento tengo ahora, si te quiero, o si te odio. O... si siento indiferencia. Quizás sea eso. Pero aún así, ten cuidado y no tropieces, y aprende a madurar, y a tratar bien. Trátame bien. ¿Tanto te cuesta? Pero eso sí... Tu en tu camino, yo en el mío, que ya lo encontré sin ti, en algo si te debo estar agradecida.
'> Soy idiota: por estimarte, por creerte, por pensar de ti lo que ni eras, por fijarme en ti, por hablarte. Pero ahora me toca a mí echarle dos narices al asunto: Soy orgullosa, y como me merezco, hasta que tu no te pares a intentar que vaya todo como antes, yo no moveré ni un solo dedo del pie; Llámame infantil, inmadura, o simplemente llámame como se te apetezca, pero tengo orgullo y no lo pienso esconder, porque valgo, y mucho; No soy un objeto que usar cuando quieras o no. Ahora, elijo yo.