Perfectamente imperfecta.

jueves, 19 de enero de 2012

'>
Me miraba durante minutos... El, sentado, erguido (como siempre solía hacer, protegía siempre mucho a su espalda), yo, nerviosa... Sabe que odio que me miren a los ojos. Bueno, si es que a ponerme así se puede decir ''odiar''. Estaba claro que me encantaba que me mirara durante un largo tiempo... Pero siempre he pensado cosas como: ''¿qué estará mirando éste? ¿tendré algo en la cara?'', y como si de un tic se tratase, mis manos se depositaban en mi cara, palpando, buscando, colocándome bien lo que podía.
Él, como me conocía, sabía por qué siempre hacía eso, y siempre me recordaba ''no tienes nada en la cara, más que una belleza que no se puede medir''. Y entonces es cuando mi tez blanquecina, se enrojecía... Como si mezclaras pintura de niños pequeños de color blanco y una pizca de rojo. Y él, entonces, era cuando comenzaba a reírse, satisfecho, contento por hacerme sentir avergonzada.
Y es pues, cuando ''eres un estúpido'', le decía. Y él, experto en saber cómo quitarme los ''enfados actuados''-según decía él-, me pegaba a la pared, ponía sus manos en mi cuello, y, es cuando llegaba el momento de fundir unos labios, como si de chocolate tratara. Soy adicta al chocolate, pero sus labios... Sus labios me parecían más adictos que cualquier cosa... Si probara la droga, seguro que también sería más adicta a sus labios, que a tal basura.
-¿Y por qué me quieres?-le decía yo.
-¿Y por qué no?-contestaba él, sonriendo como él solo sabía hacer.

Cuando hablábamos para despedirnos...
-¿Y por qué te fijaste en mí?
-¿Y por qué no?

Y, ahora contestaré yo una vez así... El destino me preguntó, ¿por qué él y no otro? y yo le respondí, ¿y por qué no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario